viernes, 19 de octubre de 2007


DOMINGO
Por Javier "anonimo" Salinas

El papá de Javier piensa que su hijo es un imbécil. Javier lo sabe y no cree que esté tan equivocado. Aunque sí está seguro de que no comparte las mismas razones que plantea su padre.
El hijo de Luis sabe que su padre lo quiere. Luís tiene plena conciencia de eso, aunque desearía que no fuese así. ¿Para qué sufrir tanto? ¿Para qué tanta preocupación? Se dice entre palabras cortadas mientras busca el diario local que Cristina trae del hospital, como todos los días.
Javier, a veces, llama por celular varias veces en el transcurso de una tarde. Más cuándo bebe cerveza. Su padre bebe también cerveza, pero prefiere el vino, bueno, lo prefería hasta el infarto, ya no, porque no está para huevadas.
Luis sabe que su hijo lo quiere e intuye que es menos idiota de lo que cree. Pero prefiere tener esa opinión. Su hijo sabe que no es tan imbécil. De hecho, piensa que es una especie de genio que juega a ser idiota.
Ambos se ven los domingos y conversan. Luís irritado lo manda al carajo. Javier, sonriendo –siempre sonriendo- lo escucha y siente que ya no puede más.
Almuerzan, junto al resto de la familia. Invento de familia. Javier, siempre divertido, intenta ser amable y demostrarle a su padre que no es tan tonto como parece. Entonces, decide ir más allá y conversar más. Siempre más de lo debido. El padre lo mira de reojo, con un poco de asco y bebe más bebida.
Todos terminan la comida y sonríen, esperando a que Luís se alargue diciendo que estuvo todo muy rico y que ya se va a dormir.
Y pasa, como todos lo domingos.
Y Javier se para, levanta los platos y se dispone a mirar tv.
Mira tv.
El hijo de Luis seca sus manos, agarra la revista dominical, mira el celular y hay siete llamadas perdidas.
Se le remueve el estómago.
El papá de Javier se recuesta en pijama sobre su cama, prende el único canal que se ve decentemente desde que cayó la antena, es como todos los días, y sintoniza el partido de fútbol.
A Javier le gusta el fútbol, pero no le interesa ya mucho. Su papá, por el contrario, es fanático furioso.
El chico apaga el celular, comenta lo bonito del césped del estadio, va al baño a lavarse los dientes. Antes de salir se peina y sonríe. Sale y la sonrisa se ha esfumado.
Se dirige al dormitorio de su padre, se abalanza sobre él y lo besa. Luís lo abraza fuerte y le hace cariños en la cabeza.
Se dicen cosas casi susurrando y se aprietan los brazos.
-Hasta el próximo domingo papi.
-Que te vaya bien hijito.


Deje su opinión.

No hay comentarios: